Lo simbólico en el poder. Autora: Renata Terrazas

Palacio Nacional

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador parece venir acompañado de varios cambios que hemos comenzado a observar, aún cuando le falten varios meses para asumir su mandato como titular del Ejecutivo federal.

Entre estos cambios, aquellos que no son promesas sino francas realidades, está lo simbólico en el ejercicio del poder. Siempre nos repetimos que forma es fondo y en pocas ocasiones es tan notorio como en las formas políticas. En estos días, Andrés Manuel nos ha confrontado con nuestras creencias sobre cómo debe verse un presidente, sobre cómo debe ser el despliegue de poder. Acostumbrados a la pompa y la fanfarria, el presidente electo nos muestra una forma más campechana de moverse entre la población, los medios y la propia clase política. El tema de su seguridad ha suscitado largas conversaciones en donde le mensaje de AMLO parece ser siempre el mismo: la sencillez y la cercanía con la gente, ante todo.

Este mensaje, dejado muy claro con el tema de su seguridad, permite leer sus propuestas de campaña, por ejemplo, sobre la venta del avión, la reducción de sueldos en la alta función pública, la eliminación de las pensiones a expresidentes, entre otras, como verdaderas apuestas por la sobriedad que, en su opinión y la de muchas personas, debe acompañar la función pública.

Tal parece que podremos comenzar a ver una serie de valores nuevos vinculados al servicio público, sin embargo, falta ver cómo se materializan entre los no convencidos. Por ejemplo, ¿será que finalmente vemos a nuestros ministros de la Corte ganando un sueldo en correspondencia con el país en el que viven? Son nuestros ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación los que mayor sueldo perciben en la administración pública –junto con otros cargos dentro del poder judicial–; que, además, al compararse con el ingreso medio del mexicano resulta una verdadera afrenta a la justicia social de nuestro país.

Muchas personas tildarán de populismo lo que otras observamos como un nuevo simbolismo alrededor de la figura presidencial. Un simbolismo más cargado de cercanía a la población que del tradicional despliegue de poder faraónico.

Se han realizado críticas, fundamentadas, a la adoración de la persona que está por ser nuestro presidente; sin embargo, al mismo tiempo, no hemos sido honestos reconociendo nuestra perpetua adoración a los símbolos fastuosos alrededor del poder. Tal parece que tendremos seis años de lucha contra la adoración de lo simbólico a la par de una continua adoración a la persona; esperemos que en 2024 podamos quedarnos sin estos asideros antidemocráticos que nos alejan de un genuino desarrollo de nuestro papel como ciudadanos.

En lo que eso sucede, yo aplaudo la cruzada de nuestro siguiente gobierno en revalorizar la política y la función pública, y con ello, brindar una cara más amable, sencilla y cercana hacia la población que se ha acostumbrado a ver a sus gobernantes tan lejanos, tan intocables, tan impunes.

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Un comentarios

  1. Durante años se pusieron los
    Los salarios que se les antojo no
    Creo que de golpe y tajo acepten que
    Les reduscan el sueldo a mucho
    Menos de la mitad

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