Contraataque: La pelota de la discordia. Autor: david pérez

Cuando un país teme al eco de sus propios acentos, ya ha empezado a borrar las reglas de la democracia y a llenar los vestuarios de sospechas.

david pérez | IG @davidperezglobal

El pasado diciembre, la Federación Internacional de Pelota Vasca aceptó a la Federación de Euskadi como un miembro más. Así, en un mismo deporte coexisten la selección de España y la selección de una región de ese mismo país. Durante junio de este año, se realizó el primer torneo que enfrentó a ambas selecciones: la Liga de las Naciones de cesta punta.

El medallero de dicho torneo se resolvió de la siguiente manera: en la rama masculina, el oro fue para la selección de Euskadi, la plata para Francia y bronce para Estados Unidos. En la rama femenil, España obtuvo el oro, mientras que Euskadi y Francia se quedaron con la plata y el bronce, respectivamente.

La ceremonia de premiación se celebró en el frontón Jai Alai de Gernika (Bizkaia). Cuando la dupla española, máxima ganadora de la categoría femenil, subió al podio, se interpretó el himno de su país; la rechifla procedente de las gradas resultó muy significativa.

En el programa de radio El Primer Palo, el periodista Juanma Rodríguez (director del espacio radiofónico) y uno de sus invitados, José Miguélez (director de deportes del diario ABC), conversaron con el senador Vicente Azpitarte, portavoz de deportes del partido de derecha PP, sobre los encuentros entre las selecciones vasca y española.

Transcribo algunos de sus comentarios (la conversación completa puede escucharse aquí a partir del minuto 50 Click Aquí):

JM: «Ha ganado España pero ha perdido España…»

JR: «Ha perdido España porque lo que ellos buscaban era tener un partido entre España y la selección vasca».

VA: «No debía haberse dado este partido y yo estoy francamente preocupado. Ya son más de veinte las federaciones del País Vasco que han solicitado competir a nivel internacional. La grieta, como ya avisamos, se está abriendo… Esto va a terminar fracturando al deporte español».

JR: «Ahora son las federaciones vascas, pero ¿ya sabes cuál es la continuación de esto? Esto es una carrera de relevos, históricamente ha sido así en democracia: cuando los vascos se cansaban, el relevo lo cogían los catalanes… ¿Les importa la pelota vasca a los vascos? Les importa una higa; lo que quieren es disputar un encuentro oficial internacional con la federación española, porque eso demostraría que son otra nación…»

VA: «Bajo el paraguas del Consejo Superior de Deportes, con el apoyo de su presidente, José Manuel Rodríguez Uribes, se está disputando este torneo en el que se produce la aberración deportiva de una selección autonómica compitiendo contra una selección nacional o contra otras selecciones internacionales».

José Miguélez ironiza sobre la paradoja de que ambos equipos representan a España y lo hace reproduciendo la visión excluyente de «una sola España».

Juanma Rodríguez sugiere que el encuentro buscaba legitimar la idea de otra nación, como si en los comentarios de los tres no latiera la idea supremacista de legitimar una única nación, denigrando así la motivación vasca. Es un ejemplo claro de nacionalismo defensivo, donde la identidad estatal se siente amenazada por la pluralidad.

En su segundo comentario, el director del programa niega el valor cultural del deporte vasco y reduce sus aspiraciones a una simple maniobra política, mostrando un claro menosprecio étnico-político. Este discurso de deslegitimación pretende invalidar la cultura del otro para negarle el derecho a la representación.

Por su parte, el senador Vicente Azpitarte, con sus comentarios, añade gravedad institucional; sus palabras tienen un potencial mayor, ya que podrían traducirse en iniciativas legislativas o formar parte de un discurso político más amplio. Al ostentar un cargo público, su postura puede ejercer presión sobre los órganos reguladores del deporte y legitimar el discurso de alarma y peligro para la «unidad nacional» mediante su retórica catastrofista, al utilizar términos como «grieta», «aberración» y «fisura».

Este discurso, sumado al liderazgo carismático que suele ejercer el senador cuando reclama leyes más fuertes e invoca la defensa de la patria, convierte su voz en protagonista del nacionalismo excluyente. Azpitarte dispone de la tribuna que le brinda su cargo de elección popular y además, cuenta con colaboraciones fijas en distintos programas deportivos.

El debate en torno al reconocimiento internacional de la selección vasca expone un discurso político arraigado en la intolerancia hacia la diversidad cultural y el temor constante a la fragmentación identitaria ante la expresión legítima de una identidad regional. España sigue teniendo partidos pendientes que son muchísimo más difíciles que los que se disputan en las canchas.

No hace falta oír proclamas esvásticas para saber que la semilla del fascismo germina en cada «aberración» que niega la pluralidad, en cada chiste que reduce la identidad del otro a una «higa», en cada alarma histérica que convierte el deporte en trinchera y la diferencia en amenaza.

Cada vez que desde un micrófono o un escaño se proclama que defender la unidad pasa por callar a quienes se sienten nación dentro de la nación, se desliza un paso más hacía lógica totalitaria: primero se ridiculiza, luego se deslegitima, después se prohíbe. Rechazo tajantemente esa pendiente.

Defiendo un juego donde la pelota 一sea vasca, catalana, gallega o española一 viaje libremente, sin que las gradas se conviertan en desfile de uniformes mentales. Porque cuando un país teme al eco de sus propios acentos, ya ha empezado a borrar las reglas de la democracia y a llenar los vestuarios de sospechas.