Este año se cumplen 80 años del Exilio Español, un éxodo masivo que tuvo como origen la Guerra Civil Española. Para Marcelino Perelló, mal llamada guerra civil, pues ni fue guerra ni fue civil. Fue un ataque desmedido de las huestes franquistas contra una población indefensa y desarmada en muchos de los casos.
Este tema cimbra completamente mi existencia.
Soy nieta de refugiados catalanes, Joan y Beatriú. El caso del exilio catalán merece mención aparte pues tuvo sus propias características por razón de la lucha que por su independencia sostienen millones de catalanes desde hace siglos.
Así las cosas, hace algunos años, se ordenó como parte de la Ley de la Memoria Histórica en España, brindar la nacionalidad española hasta las terceras generaciones que nacimos en otros países como consecuencia del exilio. Duro golpe fue asistir a la Embajada Española y para recibir el legado de la nacionalidad como algún tipo de restitución, tener que firmar una declaración donde se le jura fidelidad al rey. Estuve a punto de salir y romper la hoja. No me he atrevido a regresar por el pasaporte. Somos republicanos, antimonárquicos y además zapatistas. No tendré fidelidad por ningún rey, eso sí lo juro.
Por años, la Guerra Civil, el exilio de los abuelos y la catalanidad fueron temas que oscilaron entre lo sagrado y el tabú, cerrados a las preguntas excesivas en esta familia. Recuerdo haber tratado de entrevistar a mi ocurrente y siempre risueña abuela con motivo del regalo de una cámara de video y haber visto con horror cómo tuvo un ataque de pánico sin poder terminar su respuesta cuando trató de recordar cómo fue su vida en la Francia de la ocupación nazi y cómo vio volar los sesos de algún parroquiano que estaba formado en la cola del pan o cómo en alguna otra ocasión, ella suplicaba a un soldado que no la matara ante la cuna de su hija Beatriz, pues se había hecho pasar por francesa y no contaba con los papeles. “Madame le papier”, la continua petición, se convirtió en una sentencia de muerte, de la que sólo la pudo librar un milagro de humanidad que hizo al soldado salir de la habitación sin disparar.
Desde ese momento me di cuenta de que mi familia era diferente, de que mi abuela llevaba un dolor muy grande y mi abuelo al que no conocí, había muerto sin volver a ver su patria.
Pasaron muchos años antes de que yo intentara volver a abrir esta página familiar. Sin embargo una historia contada por mi abuela resonaba en mi cabeza. Ella que siempre andaba riendo y canturreando me repetía siempre: “Si no fuera por el humor, estaría muerta hija mía”, me contó que Barcelona fue bombardeada por varios días y que ella y sus amigas bajaban a los refugios donde el ambiente era hostil, rudo, triste, así que excéntrica y embriagada siempre por una alegría contagiosa decidió ponerse a contar chistes y a cantar canciones, siendo su favorita de aquellos años “Fumando espero”. Dice que no pararon toda esa noche hasta que las risas sonaron más fuerte que las bombas. Me pareció que aquel relato correspondía a un verdadero Cabaret de Refugiados y escribí una obra de este género en honor a Beatriz, mi abuela.
Escribir esta obra me llevó diez años de investigación y todavía no acabo, siempre la siento incompleta, inconexa, incongruente, como yo. Así que decidí presentarla inacabada y dejar que el público la terminara porque yo era incapaz. Y sigo siéndolo.
Fui a Barcelona varias veces, caminé las calles, las plazas. Emprendí una investigación para enterarme con horror y entre otras cosas, de que mi bisabuelo Emilio Escobar Udaondo había sido asesinado, enterrado con honores de Estado por parte de Lluis Companys, que mi familia había perdido muchos bienes con su salida de España y que ahora estarían en manos del gobierno o de algunas aves de rapiña, que todo el trabajo de nuestras familias a lo largo de su historia en aquel país se había perdido, y que lo peor de todo es que yo había perdido además el legado cultural de la lengua. Aún siento ganas de llorar cuando escucho o leo el catalán y no soy capaz de hablarlo, a pesar de que mis tíos abuelos organizaron los Llocs de la lengua (Juegos de la lengua) en México, auspiciados por el Orfeó Catalá precisamente para que los descendientes de los exiliados no perdiéramos este importante vínculo cultural con su pasado. Pero algo se rompió en el camino. Algo que todavía no se cura.
Caminaron caravanas enteras por la frontera de los Pirineos hacia Francia, entre ellas, mi bisabuela Milagros y sus hijas, ya sin padre. En el cielo amenazaban los aviones bombarderos que tiraban sus bombas asesinas a los caminantes. En ese contexto en que caían a su costado amigos y familiares, la bisa Milagros, hizo de tripas corazón, juntó todas sus fuerzas y acuñó su frase más célebre: “¡Seguid adelante, caiga quien caiga!”.
En fin, ayer leímos en familia la noticia de que Pedro Sánchez en su visita a México ha otorgado una importante carta de reparación a la nieta de Lluis Companys, y anegada en llanto sentí que esa reivindicación también era para toda mi familia, finalmente mi abuelo fue el secretario particular de Companys y mi bisabuelo Emilio uno de sus estrategas militares de alto nivel, mientras mi bisabuelo Joan Moles Ormella fue Gobernador General de Catalunya, siendo sustituido por el mismísimo Companys, así que muchas historias nos unen a Lluís Companys. Yo también quiero una carta donde se nos pida perdón por el asesinato de mi bisabuelo, por el hambre que pasaron mis ancestros, por la familia rota, por el terror de las noches de bombardeos, por la pérdida de historias, amigos, lazos, propiedades, sueños.
México es el lugar que mis abuelos eligieron para darnos patria a sus descendientes. Por muchos años fue un cielo de consuelo, la adoptaron como patria propia y disfrutaron de la abundancia de estos suelos.
Cuando en el 2006 le dije a mi abuela Bety que había habido un fraude terrible, que un espurio ocupaba la silla, sólo me dijo con un tono desparpajado como diciendo algo muy obvio: “pues derrocadlo” y acto seguido se siguió maquillando y cantando algo muy grosero que decía así: “ay si subo ay si subo ay si bajo, qué patada en el culo te encajo”.
Más adelante me dijo:
–Mira hija, yo he vivido tres guerras
–¿Tres? Le pregunté, pues yo sólo recordaba dos.
–La Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la guerra contra el narco.
Cuánto odié a Calderón en ese momento. Su invento estúpido no sólo estaba dejando el país hecho un cementerio, también removía en mi abuela los peores horrores posibles.
Se cumplen 80 años del exilio, estoy en México y aquí las balas llueven, ¿de qué nos refugiaremos esta noche? ¡Bienvenidos al Cabaret de los Refugiados! Esto no es Afganistán. ¡Venga, pase! riamos hasta que nuestras risas suenen más fuerte que las bombas. Recuerde que el humor nos mantendrá vivos.
¡Seguid adelante, caiga quien caiga!
Adriana Moles @Adrianamoles1
Facilitadora de Procesos de Base
a través del Teatro comunitario.
Jurado Fonca 2018/2019
Fundadora de Zirka Centro de Estudios
del Humor